Así de refulgente y brillante aparece en su monumento, desde hace algo más de un siglo
la secular imagen de la Virgen de los Ángeles,
patrona de Getafe y de la Diócesis Xetafensis,
el sábado víspera del domingo de Pentecostés.
Mientras suenan las notas de la Marcha Real, las luces que han estado apagadas, poco a poco, estrofa a estrofa, van aumentando su potencial lumínico.
En los últimos acordes, cuando el público que llena la iglesia ve aparecer la corona de la imagen, un estallido de aplausos rompe el silencio en que estaba sumido el templo.
Y al mismo tiempo, lentamente, va ascendiendo la imagen,
coincidiendo su completa aparición con el final de la Marcha.
La luz ya esplendorosa, los cánticos y la alegría inundan el ambiente.
¡Ya está en casa la Virgen!
¡Empiezan las fiestas!
El monumento consta de varias piezas. Originales unas, modificadas y restauradas otras. Una gran corona Real, cerrada y española, preside la escenografía. De ella pende un enorme manto real cerrado, de terciopelo rojo con forro imitando armiño, cuyos bordes se recogen para abrirlo, en graciosos pliegues y curvas, al apoyarlos en los capiteles de las dos columnas frontales que soportan la cúpula del crucero. Desde las columnas cuelgan los dos paños laterales, dejando abierto espacio suficiente para las ceremonias litúrgicas.
Para conseguir el gran volumen donde se instalan las piezas de lo que pudiéramos llamar la «gloria» y el trono de la imagen, la trasera del manto se enganchaba al retablo, consiguiendo de esa forma el hueco necesario.
Varios paneles decorados con blancas nubes por donde asoman traviesos angelitos, van formando el círculo central de la «gloria», por donde aparecerá la imagen. En el que cierra la parte superior, unos ángeles soportan el escudo mariano coronado y orlado con la leyenda “Reina de los Ángeles”. Otro panel conforma el inferior de la gloria, imitando una amplia plataforma que, al parecer elevan unos forzudos ángeles. Otras piezas inferiores, también con nubes y ángeles, llegan hasta el suelo.
Un gran telón semicircular, abierto al centro formando dos arcos hacia los extremos, con borlas y flecos, suspendido en el arco frontal del presbiterio y de la bóveda del crucero, oculta la visión de la parte superior del retablo.
Por detrás de esta decoración se encuentra el mecanismo ascensor de la imagen. En principio era un torno de madera el que, por medio de unas palancas movidas a mano, elevaban la imagen hasta hacerla aparecer en el centro de la «gloria». Esta operación, según informó en su día don José Cobeño, Hermano Mayor de la Congregación, requería un cuidado muy especial para hacer coincidir la aparición de la imagen completa con los compases finales del la Marcha Real.
Monumento iluminado por primera vez con luz eléctrica (1913). Dispone a ambos lados de los candelabros triangulares, las figuras de dos ángeles diferentes a los que se pusieron en el año 1917. No existen los dos suplementos inferiores.
Las distintas reformas de la iglesia, derivadas unas por el resultado de la contienda civil, otras por el Concilio Vaticano II y las debidas a la conversión en templo catedralicio, han influido en las distintas modificaciones, tal como se describen a continuación junto a la reproducción de sus imágenes;
Monumento iluminado por primera vez con luz eléctrica (1913). Dispone a ambos lados de los candelabros triangulares, las figuras de dos ángeles diferentes a los que se pusieron en el año 1917. No existen los dos suplementos inferiores.
La primera reproducción fotográfica que se conoce, data del año 1913 En su dorso el párroco Eugenio Nedeo Moya rubricó dos dedicatorias; a doña Luisa Paniagua y don Juan Deleito. De ellas se deduce que el día 9 de mayo de 1913 se inauguró la iluminación eléctrica propia del monumento.
Según se desprende de lo publicado en el periódico «Crónica de los Carabancheles», en las fiestas de Pentecostés del año 1898, el sábado 28 de mayo, se alumbró la iglesia, “con más de 1.000 velas, un arco voltaico de 1.000 bujías en el centro y 18 lámparas de 16 en el altar mayor”. Por lo que se desprende que esta iluminación fue provisional y exterior. No obstante fue la primera vez que la iglesia y el monumento se iluminaron con energía eléctrico producida en Getafe por la empresa «Crédito de la Villa de Getafe».
En la fotografía se puede ver como las cuerdas para izar, tanto el enorme manto real como el telón semicircular quedan a la vista del público.
También se observa un manifestador distinto al actual sobre el centro del altar.
1947, Monumento tal como se instalaba después de la guerra civil. En él figuran los dos ángeles turiferarios de gran porte, decorados por Filiberto Montagut en el año 1917.
Fotografía obtenida después de la Guerra Civil. Existen cambios fundamentales en el Monumento. La parte inferior cambia notablemente. Se ven dos grandes ángeles portadores de supuestos ciriales –en la anterior imagen son distintos y de medio cuerpo, y cambia toda la zona inferior.
Según explicó el párroco Rafael Pazos Pría, se cambió el sistema de elevación de la corona, el manto y el telón frontal, realizando estas operaciones desde la cámara de las bóvedas, por lo que las cuerdas exteriores quedaban ocultas en la cámara.
Por otro lado, se nota que los escalones de acceso al presbiterio y las rejas del comulgatorio presentan un frente curvado. Dicha curvatura se anuló tras el arreglo del piso de la Magdalena que concluyó a principios de la década de los 60 del siglo pasado.
Se ve el telón semicircular frontal y la reja del comulgatorio recta -antes era curva-, por lo que se entiende que está realizada una vez arreglado el piso del templo.Conclusas una de las obras de la Magdalena, nos muestra un monumento más simplificado, tal como nos lo relata el propio párroco en su artículo, que bajo el título de Fichas de mi Archivo se reproduce más adelante. En él continúan los dos «angelotes» ceroferarios que, desproporcionados, afeaban la parte inferior.
Fotografía del año 1973, donde se puede apreciar el monumento, aun en vida de don Rafael. Aparece el manifestador restaurado, ya no están los ángeles portadores de ciriales, y el monumento gana en prestancia.
Monumento sobre los años 80 del siglo XX. La mesa del altar más reducida, contribuye a destacar la grandeza del monumento que, desde el siglo XVIII, con supresiones y aditamentos, viene ilusionando a los miles de fieles que acuden en las fiestas patronales de Getafe.
Una de las últimas fotografías del monumento en las fiestas de Junio del año 1992. Oficia el primer Obispo de la Diócesis Xetafensis, monseñor Francisco José Pérez y FernándezGolfín. El monumento gana en prestancia con elementos más sencillos en la zona inferior, aunque la zona de la «gloria» y la parte superior continúan igual.
A las diez de la noche del sábado, víspera de Pentecostés, y la catedral de Santa María Magdalena de Getafe completamente llena, se sucede la Paraliturgia, una serie de oraciones, la lectura del Evangelio y algunas palabras del celebrante que nos acercan a uno de los momentos más impresionantes de todas las fiestas: la Salve o la Asunción de Nuestra Señora de los Ángeles al Cielo. A las diez y media de la noche con todas las luces del templo apagadas, se va entonando el himno nacional y cuando aparece el primer reflejo del arco de plata de Nuestra Señora, entre las flores que adornan el sol del monumento, comienza un juego de luces hasta encender el templo como si fuese de día, hasta que Nuestra Madre ocupa el centro del monumento. Es todo un efecto «barroco» en el que el propio monumento, la música y las luces hacen un todo, creando un momento que los asistentes no olvidarán jamás y que sólo dura quince minutos.
Monumento que durante dieciocho días cambia la fisonomía del presbiterio, tapando el retablo mayor y dando esplendor no sólo en la Salve, sino en las misas solemnes del Domingo y Lunes de Pentecostés.
El monumento consta de una gran corona real de la que cuelgan a modo de cortina dos trozos de terciopelo rojo atados a un gran botón de la misma tela y una cortina blanca con trozos negros que recuerda al armiño de los reyes. A esto se unen lienzos concéntricos donde aparecen pintadas nubes concéntricas con ángeles que rodean un gran sol donde se coloca a la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles.
Las primeras reseñas de este escenario de un teatro barroco, podrían datarse cuando en las fiestas de 1730 «se le abonan trescientos i veinte i cuatro reales que gastaron con los altareros, por el altar de perspectiva y colgadura de la Iglesia y personas que les asistieron, gasto con ellos, i traerlos y llevarlos» (fol. 31, Libro 1722-1754). Gastos que se repiten en años posteriores, así «abónensele cuatro mil ciento y veinte y ocho maravedís que se gastaron en hacer y deshacer el altar para la función del año de mil setecientos y treinta y ocho» (fol. 67 vº, Libro 1722-1754). Si aceptásemos que este altar y colgadura, que se realiza para la función y luego se quita cuando acabe, es el mismo que se usa en las fiestas actualmente, podría decirse que la función de la salve tendría una antigüedad de trescientos setenta y ocho años. Pero no queda constancia de cómo era ese altar o monumento para poderlo comparar.
A principios del siglo XX, se conserva una importante fotografía del monumento que destaca porque es la primera referencia de cómo era el monumento primitivo y porque es «recuerdo de la inauguración de la luz eléctrica en la última noche de la Novena de la Virgen de los Ángeles», fotografía tomada del monumento el 9 de mayo de 1913, firmada por el párroco D. Eugenio Nedeo y dedicada al electricista D. Martín Deleito y a Dª Lucía Paniagua. En estos momentos no era exclusivo de Getafe colocar esta colgadura real para unas fiestas, era común en las iglesias poner una colgadura de esta forma en las fiestas patronales o del Corpus para realzar la festividad. Así, por ejemplo, ocurría en el pueblo de Valdemoro para la fiesta patronal de Nuestra Señora del Rosario, pero debido a la desaparición de la colgadura en la guerra civil, se perdió ya para la posterioridad.
Pero gracias a la primera Junta de Gobierno después de la guerra civil, este monumento no desapareció. Así ya en la Junta del 29 de noviembre de 1942 «se acordó anunciar concurso para un proyecto de dibujo para un monumento a Nuestra Señora de los Ángeles, lo que se anunciará oportunamente, asignándose como premio al primero trescientas pesetas y ciento cincuenta al segundo»(Fol. 26 Libro 1938-1947). Al año siguiente se dan las bases del concurso pero en el mismo año queda desierto porque sólo se presentó uno firmado por el Rvdo. P. Luis Ronzero M.
Debido a esto, se decide en la Junta de Gobierno del 4 de marzo de 1944 que «la comisión encargada (del monumento) examinando el elevado importe que hoy supone la adquisición de un nuevo monumento, tratado ya en reuniones anteriores, y puesto que el que se hiciera no tendría el agrado y cariño que en estos monumentos representa para el pueblo y sus devotos el que hoy tiene, por muy suntuoso que fuera, la Junta después de un detenido estudio acordó la reparación y restauración total para lo que se solicitará del carpintero instalador y decorador, presupuesto de dichas obras (Fol. 31 Libro 1938-1947). Así en la Junta de Gobierno del 24 de marzo de 1944 se trata del «Monumento-presupuesto. Se da lectura al presentado por D. Raimundo Blanco el que da un total de pesetas de cinco mil sin que en el mismo se distribuya la cantidad destinada para materiales, herraje y jornales; el que la Junta encontrándole algo excesivo acuerda ver la forma de que sea más reducido y le haga más detallado y especificado» (Fol. 31 vº Libro 1938-1947). Todo esto hace que en la Junta General Ordinaria celebrada el 3 de abril de 1944 «hace uso de la palabra el Sr. Cobeño y pone en conocimiento de la Junta General los proyectos y gestiones que la de Gobierno está realizando para la reconstrucción del monumento y su importe aproximado, observándose que éste rebasa la existencia en caja para lo que proponía la subida de las cuotas, ya que se viene pagando igual que en el año 1910 y el coste de la vida en general es hoy bastante elevada, acordándose pase a estudio de la Junta por ser éste un asunto que modifica los Estatutos y no venir en la orden del día» (Fol. 33 vº. Libro 1938-1947). Ya en la Junta de Gobierno del 4 de febrero de 1968, «finalmente se acordó renovar el material del monumento, deteriorado por el transcurso del tiempo, empleando material menos pesado y de fácil colocación, empezando este año por la corona del trono» (Fol. 27 Libro 1965-1972).
A partir de estos años hasta nuestros días se ha ido restaurando o haciendo nuevas partes del monumento pero conservando siempre la idea del primitivo. Así se ha cambiado el terciopelo rojo, la tela blanca con esos trocitos en negro que hace de armiño, las luces que iluminan el monumento, etc. Pero al mismo tiempo el monumento ha sufrido cambios con la eliminación de dos ángeles torcheros o que portan candelabros que ya no se colocan o las nubes con ángeles que llegaban hasta el suelo y que actualmente se ha reducido a dos círculos que rodean la imagen de la Virgen, aunque en realidad, nunca ha dejado de ser el mismo monumento pero con ligeros cambios que han actualizado su propia imagen. Y a la vez sigue siendo parte importante para las fiestas patronales de Getafe, ya que el fiel, asombrado al entrar en la Santa Iglesia Catedral de Santa María Magdalena y ver tapado el retablo mayor con este monumento, se da cuenta que aunque no vea a la Virgen de los Ángeles al instante, Ella se encuentra en este lugar.
Como anecdotario, no todos los años ha salido bien esta representación de la Asunción de la Virgen a los Cielos o La Salve, ya que así en la Junta de Gobierno del 19 de julio de 1953 «se da cuenta de haberse realizado la función con toda brillantez, lamentando la Junta de que el solemne acto de la Salve y su elevación, no hubieran obtenido el esplendor obtenido por culpa de la luz y banda de música, accidentes fortuitos que se tratarán de evitar en los sucedido» (Fol. 37 vº Libro 1947-1964). Año tras año se ha representado este acto que tras la guerra civil no se ha dejado de realizar hasta nuestros días salvo tres años (el último año de la catedral antes del cierre por su restauración y los dos primeros en el Colegio de los PP. Escolapios) y siempre asombrando tanto a fieles que lo ven año tras año, como a los nuevos que lo ven por primera vez.
Rafael Pazos Pría. (Párroco de la Magdalena desde 1939 hasta 1976) Publicado en la hoja parroquial «Luceat!», del 10 de Mayo de 1964. Pag. 8.
«Pasa con las manifestaciones de la piedad lo que pasa con todos los sentimientos del hombre: se manifiestan al exterior según las épocas. Entre el modo de expresar el cariño a los veinte meses y a los veinte años, va una diferencia bastante notable.
Y si no es razonable arremeter contra las caricias de un niño de dos años desde la altura de los veinte o los cuarenta, tampoco lo es despreciar en la nuestra modos y maneras que otras épocas tuvieron de hacer ostensible su fe y su piedad. Seamos comprensibles y razonables y tratemos de mejorarlas y perfeccionarlas, pero ni la despreciemos ni menos aun debemos condenarla a muerte, sin más.
Creció la devoción a la Virgen de los Ángeles en Getafe en una época en que los sentimientos religiosos (al igual que todos los demás sentimientos), expresados en siglos anteriores salían fuera a borbotones, como las aguas de un manantial, que después de recorrer escondido bajo la tierra rompe en aguas cantarinas y alborotadas.
De esa época en que el barroco dominaba hasta en la piedad tenemos en Getafe dos muestras muy interesantes: el monumento de la Virgen y la magnífica carroza, joya inapreciable de nuestro tesoro. De ésta nos ocuparemos en otra ocasión; hoy vayan unas líneas dedicadas al primero.
Está trazado sobre los elementos que en su época eran expresión definitiva de grandeza y poder acatado cordialmente por todos: la realeza.
Cobija todo el conjunto una poderosa y grave corona real que en lo más alto de la bóveda central pende del techo; de ella arrancan los buenos terciopelos de un manto real que se apoyan en las dos columnas del presbiterio, cubierta éstas, a su vez, de estos rojos paños, ribeteados de cinta de oro y con fastuosas borlas colgando en su frente superior.
Cubre el fondo un gran paño blanco moteado de negro, simulando armiño.
Entre nubes y ángeles, muy graciosos algunos, aparece en el centro el trono para la Señora, que es «Reina de los Ángeles», según proclama una leyenda que corre por delante y a los píes de este trono.
En sus buenos tiempos, los que vieron nacer este monumento, se adornaba con ricas colgaduras toda la iglesia y hasta se llegaron a colgar y engalanar así las mismas calles del recorrido. (Al igual que se hacía el día del Corpus)
En días no muy lejanos, con atrevido mal gustos se añadieron detalles en la parte baja, que, por suerte no empañan la totalidad del monumento; en alguna posible restauración es de esperar de la fina sensibilidad de los interesados y de su fidelidad a la auténtica tradición, que hagan desaparecer estos inoportunos y feos detalles.
Ahora con la restauración del soberbio manifestador, ha ganado el monumento extraordinariamente en movimiento y alegría, acabando así la desagradable impresión de tanta superficie blanca en el centro y recobrando de esta manera su primitiva impresión.
Suerte no pequeña es para Getafe que ni el tiempo ni los hombres hayan acabado con este interesante monumento… Él mete por los ojos lo que enseña la Fe…, sensibiliza grandeza y amor… y sabe enseñar a los sencillos lo que a veces no aciertan a explicar los sabios y muy entendidos.
Como cuida el Estado edificios y obras de arte, y para bien de la Patria los hace “monumentos nacionales”, así los pueblos también deben cuidar de aquellas cosas que expresan sentimientos o ideas nobles y las saben servir con empaque digno y noble.
Hasta ahora –ocupada la Congregación en cosas más apremiantes-, no se ha llevado el monumento toda la atención que se merece; entra ya entre sus planes de inmediata realización una revisión y modernización de todas sus partes.
Así sea, para loor de Dios y alabanza de Santa María, Reina de los Ángeles.»